Resignificar el servicio público.

El Centro de Medellín.

En 2019 solo el 14% de las personas en Medellín confiaban en los funciones públicos de acuerdo a la Encuesta de Cultura Ciudadana. El promedio en otras ciudades de Colombia en dónde se realiza la encuesta fue del 9%. Es el porcentaje de confianza institucional y grupal más bajo entre las opciones, solo con la excepción de los «políticos» y es una buena muestra de un problema particular en el país alrededor de la percepción y realidades de la función pública.

Por cuatro años (entre 2016 y 2020) trabajé en el sector público. Siempre que hablo de la experiencia parece que la respuesta reflejo de las personas es «tan difícil el sector público», «tan lentas las cosas de lo público», «tan maluco el ambiente en el sector público». En la cabeza de la mayoría de las personas parecen activarse prejuicios con suma facilidad cuando hablan de trabajar en el Estado. Los entiendo porque hasta el 2016 mi percepción era la misma.

A pesar de todo esto (o precisamente por su culpa), resulta muy relevante seguir pensando maneras de resolver estos problemas de percepción y realidad. Estas ideas populares han sido un obstáculo para que muchas personas se den la oportunidad de contribuir a las decisiones y acciones públicas.

Asumir que hay un problema de percepción con el servicio público no pretende desconocer problemas estructurales en la manera cómo funciona en Colombia, ni la necesidad de realizar ajustes grandes que podrían realizarse sobre quiénes y cómo en muchos casos terminen ocupando cargos públicos. En particular, los esfuerzos por reducir el clientelismo, las cuotas burocráticas y las ineficiencias ocasionales de ciertos incentivos organizacionales. Pero las generalizaciones pueden ser injustas y sobre todo, reforzar estas percepciones complejas sobre lo que supone trabajar por las cosas que son de todos.

Lo anterior es relevante porque, como lo señala Francisco Gutiérrez Sanín en una reciente columna en El Espectador, «una buena burocracia es también indispensable para generar procesos redistributivos serios; una vez más, una condición necesaria, aunque no suficiente, para algún éxito concebible». Concuerda David Escobar, director de Comfama en su columna de El Colombiano, al decir «conozco cientos de empleados públicos competentes que hacen un aporte indispensable». Así pues, reconocer que la buena burocracia es fundamental para los Estados modernos, democráticos y liberales; y que generalizar la incompetencia o corrupción del servicio público es un absurdo, pero sobre todo, es profundamente injusto.

Lo anterior nos deja con tareas. La primera, la posibilidad de reconocer, visibilizar y poner el acento en funcionarios públicos destacables. En 2017 La Silla Vacía hizo un ejercicio muy bonito y relevante en Medellín, reconocer en una nota a los funcionarios «indispensables» que por su trabajo y en particular, porque habían superado los tránsitos de gobierno, valía la pena exaltar. Lo segundo es señalar el papel que estos cargos desempeñan en el funcionamiento cotidiano del Estado y el bienestar que supone para todos tener un servicio público técnico y juicioso. Este ejercicio de persuasión supone una especie de educación rápida en funcionamiento estatal y cargos públicos; un acercamiento que en instituciones educativas podríamos hacer al soporte de los gobiernos que son estas personas.

Abordar la percepción negativa del servicio público es una tarea fundamental. Lograr avances nos puede ayudar a que cada vez más personas consideren carreras en el Estado e incluso, a que quienes ya lo hace revaloren su rol como los pilares cotidianos del Estado.

Artículo «Identificando a los protagonistas: : el mapeo de actores como herramienta para el diseño y análisis de políticas públicas».

Los mapeos de actores suelen considerar a todas las poblaciones concernidas de una política pública, desde las entidades y organizaciones más representativas, hasta los ciudadanos más desprevenidos.

Las políticas públicas son los instrumentos políticos con los que gobiernos y sociedades intentan modificar la realidad para resolver un problema público. Se sustentan en la consideración de la posibilidad de cambiar el mundo, sobre todo, en que las decisiones y acciones de las poblaciones y grupos que pueden estar ocasionando el problema, sea diferente. Éste énfasis en la importancia de las personas, organizaciones y entidades en la comprensión de los problemas públicos y en su eventual resolución a través de la implementación de la política pública, señala la importancia que para la disciplina tienen lo «actores concernidos». Esto es, todos los personajes que son relevantes en un escenario social específico.

Este artículo revisa el valor que para el proceso de política pública (Agenda, diseño, implementación, evaluación) tienen las herramientas de mapeo de actores. En particular, reconoce el valor diagnóstico de estas aproximaciones y también, la posibilidad de que se conviertan en sí mismas en herramientas de movilización política para quienes pueden apoyar un proceso de política pública. El artículo revisa tres casos de utilización de metodologías de mapeo de actores en Medellín y Antioquia y señala algunos aprendizajes generales sobre su utilización.