Artículo: «Bobo el que no confía» ¿Cómo construir cultura de la legalidad a través de la confianza y las normas sociales?

«El vivo vive del bobo» es un dicho de la «sabiduría popular» colombiana que parece acompañarnos en casi todas las conversaciones sobre honestidad y confianza de nuestra historia reciente. Un modelo mental, referencia que delimita expectativas y explica comportamientos y valoraciones de los colombianos. El dicho señala lo que habría que hacer y esperar de otros, en particular, lo que debe ocurrir en situaciones en las que una persona tiene la oportunidad de defraudar a otra. También, es muestra de lo que se ha denominado como la «cultura de la viveza», una serie de expectativas sociales y normas comportamentales que influyen mucho en la forma cómo las personas toman decisiones, pero sobre todo, en la manera cómo ven a sus conciudadanos.

Luego de revisar algunas de las más destacadas aproximaciones teóricas a la cultura de la legalidad y a los mecanismos para promoverla y/o fortalecerla, este artículo entrega una definición de la misma asociada al cumplimiento de normas (formales e informales) y expectativas y propone la construcción de confianza como factor determinante para el trabajo en pro de aumentar los niveles de cumplimiento. Este artículo analiza las intervenciones rigurosas en diferentes campos, basadas en las ciencias del comportamiento, y permite concluir que el uso de normas sociales y pequeños empujones es efectivo a la hora de mejorar nuestras expectativas colectivas, de construir confianza y de promover un mayor cumplimiento de normas y acuerdos.

Capítulo: Confianza en construcción.

¿Deberían las empresas confiar en las personas? O mejor ¿deberían preocuparse por cómo se hacen confiables para las personas? O incluso ¿deberían implementar ajustes en la forma cómo funcionan sus negocios para que las personas confíen más en ellas? Evidentemente, la respuesta a estas tres preguntas es «sí». La confianza, ingrediente no tan secreto del éxito de las democracias liberales de mercado, resulta fundamental para un montón de interacciones sociales, incluidas, las transacciones comerciales. Sin confianza, o con poquita confianza, las sociedades funcionan de alguna manera como atrofiadas: son lentas, injustas, corruptas. La confianza permite superar barreras de cooperación, establece beneficios colectivos y mejora los procesos de decisión común.

Las empresas, evidentemente, deberían ponerle atención a la confianza como variable social. Ese es en parte el principal argumento de este libro, «Confianza en el siglo XXI», que incluye el capítulo «Confianza en construcción: ideas desde la revisión de casos y experiencias de confianza empresarial». El capítulo reúne experiencias de construcción de confianza agenciadas por empresas de todo el mundo y los enmarca en una aproximación de pilares de confianza que señala agendas posibles para las organizaciones que quieran replicarlas y trabajar en sus lazos de confianza con las personas y en la confianza general de su sociedad.

Aquí pueden leer el capítulo completo:

Libro: Promesas mutuas. Conversaciones sobre normas sociales y prosocialidad.

Mazo-Zapata, J. y Silva, S. (2022). Promesas mutuas. Conversaciones sobre normas sociales y prosocialidad. Editorial EAFIT – Comfama.

Este libro es el resultado de lecturas, conversaciones y reflexiones. Su misma concepción fue un acompañante silencioso durante los primeros meses del grupo de estudio, pero una certeza sobre la experiencia colectiva de participar de los análisis e intercambios cuando por fin nos pusimos el objetivo colectivo de construirlo. No fue la motivación inicial o principal del escenario de estudio y deliberación, pero determinó buena parte de su camino final en la segunda mitad de 2020. El libro recoge las interpretaciones grupales, las discusiones colectivas y el trabajo específico adelantado por los participantes del grupo de estudio.

Aquí pueden comprarlo: ExLibris.

Y aquí pueden leer el estudio introductorio:

Artículo: «Coherencia y legitimidad: una propuesta para analizar la confianza empresarial en contextos mineros» en Ópera.

Silva Jaramillo, S. et al. (2022). Coherencia y legitimidad: una propuesta para analizar la confianza empresarial en contextos mineros. opera, 30, pp. 215-229.doi: https://doi.org/10.18601/16578651.n30.12

¿Pueden las personas confiar en las empresas? Y además ¿deben las empresas preocuparse por que las personas confíen en ellas? Las relaciones de confianza entre empresas y personas tienen similitudes, pero también diferencias sustanciales con la confianza entre personas. Dos variables parecen fundamentales, la percepción de coherencia y la posibilidad de reconocer legitimidad en la organización. En particular en la confianza de empresas dedicadas a actividades extractivas como la minería. Este artículo presenta una propuesta que reúne elementos conceptuales y señala mecanismos prácticos para construir un índice de confianza empresarial dirigido a las relaciones entre empresas mineras y públicos concernidos de su actividad y ciudadanos en general, en sus zonas de influencia.

Aquí pueden leerlo completo:

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Otra crisis de confianza.

La crisis de confianza es todo menos novedosa, enfrentamos un problema sustancial de confiabilidad institucional en Colombia.

Las calles arden. De acuerdo al Ministerio de Defensa entre el 28 de abril y el 10 de mayo se han presentado unas 5.569 actividades asociadas al paro nacional (marchas, concentraciones, bloqueos, asambleas y movilizaciones), y según la Defensoría del Pueblo, al 11 de mayo se habían reportado 42 muertos durante las protestas. Al descontento y la violencia en las calles, se suma la información sobre las emociones tristes en las cabezas y los corazones de los colombianos. El 13 de mayo la Universidad El Rosario y la encuestadora Cifras y Conceptos presentó datos sobre las percepciones de los jóvenes en Colombia sobre la situación del país. Acertadamente, titularon el informe de análisis de la encuesta como «Una crisis de confianza».

En efecto, la confianza de los jóvenes colombianos en las fuerzas militares, sus alcaldías municipales, la policía nacional, su gobierno departamental y el presidente de la república pasó de 47%, 36%, 29%, 23% y 13% en enero de 2020 a 27%, 21%, 13%, 19% y 9% en 2021. La desconfianza en las instituciones públicas es esperable, pero incluso los niveles de confianza en instituciones sociales como la Universidad Públicas y Privadas parecen resentidas, con un 58% y 44%, respectivamente. La confianza en las instituciones es subsistémica, es decir, se organiza por grupos de instituciones similares y se retroalimenta entre esos grupos. Así, cuando mejora en alguno de esos grupos, sobre todo el de instituciones públicas, mejora en los demás, pero cuando se resiente, lo hace en otros. Una crisis de confianza no es entonces «solo» un problema de las instituciones a las que peor les va, es una crisis social.

Pero la crisis, aunque empeorada por la coyuntura, no es coyuntural, la confianza de los colombianos en sus instituciones ha venido decreciendo de manera sistemática en los últimos treinta años. Según la Encuesta Mundial de Valores, la confianza en la Policía pasó del 52% al 24% entre 1998 y 2018. Pero esto supera a la policía, el gobierno nacional, las cortes, el congreso, los gobiernos locales, las grandes empresas, la iglesia y la academia, todos enfrentan retos enormes por reducción de la confianza que despiertan en las personas. La confianza es importante porque reduce costos de transacción sociales y económicos, facilita la acción colectiva y motiva comportamientos como la solidaridad, el altruismo y el cumplimiento de normas y acuerdos. Perderla es una tragedia silenciosa, pero terrible.

¿Qué podemos hacer entonces? Probablemente lo primero sea seguir entendiendo mejor lo que nos está pasando (insisto, más allá de la coyuntura, por más relevante que sea), pero hay tres ideas generales que pueden verse como fundamentos de la confianza que las personas pueden desarrollar, recuperar o sentir por una institución (sea pública o privada). En primer lugar, la convicción de que la institución quiere lo mejor para las personas y la sociedad y que dado el caso será recíproca con las personas cuando confíen en ella. Esto puede verse como la alineación de intereses y la percepción de benevolencia. Es fundamental, pero difícil en tanto las instituciones pueden ver afectada esta percepción por miembros que violen expectativas de reciprocidad que tengan las personas. Lo segundo es la transparencia y la apertura la regulación. Ser transparentes es fundamental, pero insuficiente, la clave para superar el efecto que la asimetría entre institución y personas produce es la posibilidad de la regulación. Es decir, que las personas puedan señalar los errores de la institución y que esta regulación tenga efectos sobre cambios y castigos que se realicen. La tercera idea se refiere a la posibilidad de generar lazos identitarios de cercanía y mantener la consistencia en las acciones y decisiones de la institución.

Por estos días en los que se conversa sobre ajustes institucionales como la reforma policial, vale la pena tener presente la relevancia de la agenda de la confianza y en parte, en los fundamentos de esa posibilidad de superar la crisis y que las personas puedan confiar de nuevo. O por primera vez.

¿Pueden los gobiernos y las empresas confiar en las personas?

En 2018 y 2019 la estrategia «Medellín está llena de Ciudadanos Como Vos» realizó una serie de experimentos sobre confianza. En la imagen , el bus de la confianza.

Lo primero: sí, pueden y más importante aún, deben confiar en la gente. Pueden porque confiar suele crear una expectativa de cumplimiento recíproco en la contraparte. Es decir, es más probable que las personas se sientan interpeladas a honrar la confianza que a expresar confianza. Esto supone reconocer la importancia del primer paso en una relación confiada. Los gobiernos y empresas, en tanto organizaciones complejas y con profundidad de recursos, pueden darse el lujo de confiar «de primeras». Además, la asimetría que delimita las relaciones entre pequeñisimas personas individualitas y gigantescas burocracias o corporaciones vuelve difícil que las primeras confíen en las segundas.

Ahora, deben hacerlo porque la confianza puede reproducirse por expresarse y a la vez, porque su aumento en la forma de capital social resulta fundamental para que las sociedades sean más democráticas, igualitarias, pacíficas y desarrolladas. Pero también, porque hay buena evidencia, desde la economía experimental, hasta la chocobacanería de la observación anecdótica que apoya esa disposición a que confiar no solo es importante para gobiernos y empresas, sino, que suele ser seguro, apreciado e incluso, rentable.

Entre 2016 y 2019 tuve el feliz privilegio de trabajar en la agenda de cultura ciudadana de Medellín. En 2018 y 2019, el equipo de la Subsecretaría de Ciudadanía Cultural desplegó la estrategia «Medellín está llena de Ciudadanos Como Vos». Uno de los experimentos de muchos que sacamos a la calle era la Tienda de la Confianza, una chaza de productos que se atendía sola; el juego suponía poner a prueba la expectativa de que las personas no le robarían a la Tienda, incluso, cuando era posible, sencillo y sin consecuencias. El día de la presentación de la Tienda, mientras los medios locales nos preguntaban por el ejercicio, una mujer se me acercó a preguntarme si hacía parte del equipo y a resolver algunas dudas sobre la dinámica. Entendido todo, exclamó: «¿Entonces están confiando en las personas? Es la primera vez que el Estado confía en mí». Su sorpresa fue dolorosa y a la vez, confirmaba que íbamos en la pista correcta.

La confianza puede reproducirse por expresarse y a la vez, porque su aumento en la forma de capital social resulta fundamental para que las sociedades sean más democráticas, igualitarias, pacíficas y desarrolladas.

Hace algunas semanas se viralizó en medios sociales unas imágenes del sistema Metroplus en Medellín. La pandemia obligó a que los torniquetes que impiden que las personas entren al sistema sin haber pagado tuvieran que ser retirados, el experimento natural ha salido muy bien y las personas parecen no necesitar del obstáculo para pagar su tiquete. El resultado no solo se parece a la experiencia de muchos sistemas de transporte en el mundo en el que los tiquetes no son controlados de forma sistemática, pero también, a otro de los experimentos adelantados por «Ciudadanos Como Vos», el Bus de la Confianza, un bus de la ruta circular sur 303 de Medellín que funcionó durante varios días en la ciudad sin que el conductor recibiera el dinero del pasaje. Las personas se subían y depositaban el valor en una caja abierta en la parte trasera y su necesitaban devolverse dinero, podían tomarlo. El bus transportó a unas 1.300 personas y el porcentaje de pago fue del 100%.

Las empresas también pueden entrar al juego de la confianza. Esto va desde lo pequeño, como la empresa «Quiero Fruta Medellín» que viene usando las tiendas de la confianza para sus productos, hasta la empresa de seguros estadounidense Lemonade y su reducción sistemática de tramites y garantías a la hora de los reclamos de sus asegurados. En ambos casos, la confianza se ve recompesnada por la reciprocidad, es decir, la confianza depositada en los usuarios o clientes suele ser honrada por ellos, casi siempre, con beneficios que superan -aunque incluyan- la rentabilidad. Al final de cuentas, confiar siempre será más eficiente que no hacerlo; una organización que confía en las personas con las que se relaciona siempre podrá ver ganancias en esa decisión.

Ahora, independiente de que pedirles a gobiernos y empresas que confíen en la gente parece justo, necesario e incluso, inteligente, parece ser la excepción en una sistema al que le encantan las reglas. Al final, si muchas relaciones de confianza dependen de que alguien (en este caso «el más fuerte») de el primero paso, sabemos muy bien dónde está la pelota.

¿Por qué es importante construir confianza para enfrentar el Covid-19?

El uso del tapabocas como hábito completamente novedoso es difícil de explicar sin la relación entre confianza, cooperación y cumplimiento.

La pandemia nos ha recordado la importancia social de confiar en los demás y en nuestras instituciones. Solo a través de la confianza en otros (por la imposibilidad individual de comprobación) podemos saber si están siguiendo las medidas de seguridad y cuidado y al hacerlo, si están contribuyendo a este esfuerzo colectivo y si vale la pena también hacerlo, en parte, para no defraudar esa expectativa colectiva de comportamiento. La confianza nos permite evaluar positivamente las intenciones y motivaciones de los demás sin tener que adquirir evidencia o información detallada sobre ellas. Es un atajo fundamental para tomar muchas decisiones cotidianas, pero importantísimas, en particular, las que nos llevamos cooperar con otros. En este sentido, el cumplimiento de las medidas de seguridad y cuidado no es mucho más que un ejercicio de cooperación entre ciudadanos.

El individualismo es ante todo desconfiado; la cooperación confianda.

De igual manera, solo si confiamos en nuestras autoridades públicas y sociales, creeremos la información que nos dan, estaremos mucho más dispuestos a seguir sus indicaciones e incluso, asumiremos algunos de los costos y dificultades que ha traído esta situación. La desconfianza en el Estado y sus agencias supone resistencia a las medidas e incumplimiento, la desconfianza en los medios de comunicación tradicionales da lugar a conspiraciones y noticias falsas, la desconfianza en otras instituciones sociales, sean religiosas, económicas o educativas, reducen espacios de resonancia para la cooperación social.

Ahora ¿es posible aumentar la confianza en otros y las instituciones en medio de la pandemia? Es complicado, pero sí.

En el caso de las institucionales, en particular públicas, resulta clave la transparencia en la información, la sinceridad respecto a la situación y la claridad en los mensajes. El ejemplo es también un mecanismos fundamental para que las personas no tengan dudas sobre el comportamiento esperado y la normalización de su seguimiento. Necesitamos agencias públicas que sean insistentes, no desaprovechen los saldos pedagógicos de la acción pública y reconozcan la importancia de que sus voceros sean el principal ejemplo a seguir. Por último, y es lo más importante, una comunicación pública enfocada (obsesionada) por señalar y hacer visible que “la mayoría de las personas” están cumpliendo y son confiables. Todo esto hay que mirarlo tendiendo en cuenta que, según el Edelman Trust Barometer del año pasado, las personas confían más en la información que les dan sus empleados que sus gobiernos sobre el covid.

Respecto a la confianza interpersonal, hay una amplia literatura sobre los factores (muchos estructurales y de largo plazo) que explican la confianza. La construcción agenciada y a corto plazo es diferente, no solo por su dificultad, sino por las limitantes de medición y seguimiento que no enredan la evidencia. Sin embargo, hay buenas pistas. La División de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) del Banco Interamericano de Desarrollo reconoció, por ejemplo, los esfuerzos realizados por la administración de Medellín en el periodo 2016-2019 por construir confianza ciudadana usando mensajes positivos, experimentos sociales y aplicando la teoría de las normas sociales. Es posible desplegar esfuerzos, sean públicos como este, pero también privados y comunitarios, que intenten mejorar la percepción que tenemos sobre los otros, sus motivaciones, valoraciones y acciones. Enmarcarlo en los comportamientos asociados al cuidado de la pandemia resulta no solo sencillo, sino absolutamente necesario.

¿Cómo pueden las empresas construir confianza con sus clientes y la sociedad?

La aseguradora «Lemonade» es un muy buen ejemplo de la importancia de la confianza como elemento principal de la estrategia de negocio y las preocupaciones sociales de una empresa.

¿Usted confía en su banco? ¿O en su prestador de servicio de telefonía, en su empresa de servicios públicos o en su cadena de comida rápida preferida? Si la respuesta es positiva ¿por qué y en qué se ve reflejada esa confianza? ¿En comprar de nuevo o adquirir un nuevo producto, en pagar a tiempo, en recomendarlo a otros, en sentir que los logros de la organización son logros propios (o cercanos)? ¿En defender a la empresa si alguien habla mal de ella o intenta pasar legislación que es inconveniente?

El sicólogo y economista Dan Ariely propone cinco pilares de la construcción de confianza entre instituciones y organizaciones (en particular empresas) y las personas que se relacionan de forma directa o indirecta con ellas. El primer pilar, las relaciones de largo plazo señala la relevancia de que las interacciones entre persona y organización puedan ser repetitivas, sostenidas y por un periodo extendido de tiempo. El tiempo permite estabilizar expectativas y genera reputación, así los involucrados en las interacciones tienen mejores pruebas sobre la confiabilidad de su contraparte. En general, las relaciones de largo aliento son relaciones basadas en la confianza y las interacciones repetitivas son más beneficiosas para los involucrados porque ambos saben que pueden beneficiarse y sobre todo, que no serán dañados por el otro.

El segundo pilar de Ariely es la transparencia. Esto es, la disposición de la organización a comunicar sus decisiones y acciones, a explicar sus motivaciones y en general, a estar dispuesto a responder y atender los requerimientos sobre sus actuaciones sin intentar evitar que sean evidenciables. El tercer pilar, muy relacionado con el segundo, es la intencionalidad, es decir, la posibilidad que tienen las personas de conocer y reconocer como benevolentes, las intenciones que tiene la organización al tomar decisiones y emprender acciones específicas. Si la transparencia supone que hay que «parecer», la intencionalidad, que hay que «ser». Las empresas que además de transparentes son capaces de evidenciarle a las personas que sus intenciones son socialmente convenientes suelen ser más exitosas a la hora de establecer relaciones de confianza con sus clientes y la sociedad en general.

El cuarto pilar de Ariely es la regulación (o vindicación o posibilidad de castigo). Señala la importancia de que las personas puedan regular a la organización, presentar quejas y reclamos, por ejemplo, y que esos requerimientos no solo sean atendidos, sino que se establezcan canales abiertos, robustos y sencillos para que esto ocurra tanto como sea necesario. El quinto y último pilar de la confianza institucional para empresas es la alineación de incentivos. Para Ariely uno de los principales elementos de la confianza es la conexión entre las motivaciones, ideas e intereses de organizaciones, clientes y personas. Esto es, la posibilidad de que quieran lo mismo y sepan que quieren y hacen las cosas por lo mismo. Esto parece evidente, pero no por eso es más común ¿Cuántas empresas en Colombia le preguntan a las personas que constituyen sus clientes o actores de interés por la definición de sus agendas sociales o de responsabilidad social corporativa? ¿Cuántas los involucran en la definición de sus políticas éticas o de reducción de daño a terceros?

Ariely no solo escribe sobre los ideales de las agendas de construcción de confianza empresarial. Su trabajo con Lemonade, una aseguradora estadounidense que ayudó a definir esta misma propuesta de cinco pilares, ha constituido un modelo de negocio en el que la confianza que deposita en las personas supera el discurso. En Lemonade, los asegurados pueden pedir un seguro y cobrarlo sin la gran mayoría de garantías y pruebas que otros seguros suelen exigir. Esto no solo lo hace mucho más ágil que los competidores, lo hace ver más benevolente y confiado. Depositar confianza en las personas suele producir reciprocidad de su parte; ese compromiso implícito de la acción confianza suele verse recompensado. La empresa también utiliza parte de sus ganancia para hacer donaciones a varias causas sociales, pero lo hace según ha sido definido por sus propios clientes. La prosocialidad de la acción corporativa no solo es necesaria, debe permitir involucrar a sus clientes y actores de interés y si es posible, hacerlo participes de sus agendas de impacto social.

Al final, la cuestión sobre la confianza en las empresas, la propuesta de Ariely y las experiencias de Lemonade señalan la importancia fundamental que las organizaciones empresariales deben dar a dos preguntas ¿Qué tanto confían realmente en sus clientes y en las personas? y ¿Qué estarían dispuestas a hacer para manifestar esa confianza?

Participación en «¿Cómo desvincularnos de las conductas violentas?».

El pasado viernes 2 de octubre tuve la oportunidad, gracias a la invitación de las Secretarías de Cultura Ciudadana y Educación de la Alcaldía de Medellín, de participar del conversatorio «¿Cómo desvincularnos de las conductas violentas?» de la programación de la Semana de la Convivencia de la ciudad. Las ideas giraron entorno a la posibilidad de desarrollar una agenda de no-violencia y construcción de confianza y el papel del capital social en la prevención de la violencia y la promoción de la convivencia. En este video pueden ver el conversatorio completo:

¿Un mundo sin fin? Lo que nos espera luego de la pandemia.

Pabellón de atención durante la pandemia de influenza de 1918.

En una reciente encuesta entre 28 países, la firma Ipsos preguntó sobre las expectativas y esperanzas de las personas sobre lo que viene después del COVID-19. El 86% de todos los participantes señalaron que querían que el mundo cambiara y fuera más sostenible y equitativo luego de la pandemia. Colombia es el país de los encuestados con la mayor cantidad de respuestas sobre esta expectativa de cambio: el 94% de los colombianos encuestados estuvieron muy o algo de acuerdo. Pero esa esperanza supera los asuntos públicos, también cuestionados por si quieren que sus vidas personales, el 88% de los colombianos estuvieron de acuerdo, mientras el promedio global fue del 72%.

A las expectativas de cambio señaladas por Ipsos, se podrían sumar las perspectivas pesimistas que ha encontrado el estudio en varias ciudades del país de la Red de Ciudades Como Vamos, en el que el 40% de los encuestados considera que el país «va por mal camino», frente a un 30% que considera lo contrario. La combinación de expectativas de cambio (bastante altas además) con insatisfacción y crisis económica pueden ser una receta difícil de manejar para el país en los próximos años ¿estamos haciendo suficiente (o algo) para suplir esa necesidad de cambio que expresan los compatriotas? ¿la pandemia será oportunidad de cambios socialmente convenientes o riesgo de desajustes e inestabilidad?

Sobre esto, dos formas de ver el futuro cercano; esperanza y preocupación en el post-covid.

Razones para la esperanza:

  1. La reivindicación de la ciencia para la toma de decisiones (con matices): en los últimos meses el mundo ha sido testigo de la importancia para su bienestar y supervivencia de la ciencia. Sobre sus hombros nos sostenemos para combatir la pandemia, su contagio, atención médica e incluso, prevención comportamental. Algunos datos señalan la «popularidad» y la confianza que despiertan los científicos en casi todas las sociedades, pero es importante reconocer lo que la «política basa en evidencia» puede sacar de esta coyuntura.
  2. El redescubrimiento de la fuerza de la acción colectiva: la pandemia pasará, con sus tragedias, pero pasará. Los días después nos enfrentarán a viejos problemas, ojalá, vistos desde la luz de la experiencia colectiva que acabamos de vivir. El cambio climático es (por ahora) el argumento principal del siglo XXI; el asunto que definirá nuestro futuro y para que el que ojalá encontremos mejores maneras de abordar. La pandemia puede cumplir un rol de simulacro sobre lo que es necesario hacer para enfrentar el cambio climático, así como sobrevivir a un infarto puede llevar a un paciente a desarrollar mejore hábitos alimenticios y de salud. Algunas pistas resultan esperanzadoras, como el acuerdo en muchos países de que, incluso en medio de la pandemia, el problema global más apremiante es el cambio climático.

Razones para la preocupación:

  1. Crisis económica, política y el riesgo populista: incluso el optimismo señala que las consecuencias de la crisis de la pandemia nos acompañarán varios años. Desempleo, deficiencias en la atención estatal y dificultades para promover el crecimiento de una economía trastocada por la incapacidad por funcionar como siempre. Ante esto, la necesidad, apenas entendible, de cambio y atención, de certeza y esperanza, pueden servir como ruta de navegación de los proyectos políticos de la década del 20′. Renovaciones del contrato social, de las ventajas que el capitalismo moderado y la democracia liberal moderna pueden tener oportunidades, pero también los populismo de ambos extremos, las respuestas rápidas, sencillas y populares en tiempos de incertidumbre.
  2. El pesimismo como condena: los datos de la Red de Ciudades Como vamos introducen una variable esperada pero no por eso menos preocupante: el pesimismo. Las personas reconocen no sentir que las cosas van bien e incluso, mantienen un escepticismo sobre sus perspectivas de mejorar. En la mitad de la crisis (y digo mitad con optimismo) es difícil lograr que veamos lo que nos espera y que este año lleno de sorpresas no mantenga en guardia por la siguiente tragedia, pero eso no reduce la relevancia de que muchas personas no tengan esperanzas sobre lo que está por venir. El pesimismo es complejo porque actúa como condena adelantada, profecía autocumplida y también, porque suma a los riesgos de manipulación que señalo más arriba.

Todos estos ejercicios son naturalmente especulativos. Pero la piezas de una situación compleja en el futuro están ubicadas y podemos verlas. La necesidad de atención, el pesimismo, la desconfianza y la esperanza (casi urgencia) de cambio son una mezcla sumamente riesgosa. Encontrar respuestas moderadas a las apremiantes angustias sociales y económicas no resulta nada sencillo, aunque absolutamente necesario para que una crisis de dos años no se vuelva una crisis de dos décadas.