¿Por qué hablamos tan poco de los incidentes viales en Colombia?

«Los 270», una activación de visibilización de las víctimas de incidentes viales en Medellín en 2017.

Esta semana, la trágica muerte de José Duerte, un ciclista lanzado fuera de un puente al ser embestido por un conductor en la vía a Sopó. La atención de medios y redes sociales se dirigió hacia los incidentes viales, en particular los que involucran a ciclista y su vulnerable situación en Colombia, con reportajes, videos de nuevas denuncias y declaraciones institucionales sobre programas, acciones y voluntades políticas. Sin embargo, no será sorpresivo que en los próximos días (si es que ya no está ocurriendo) el tema vuelva a caer en la oscuridad del anonimato cotidiano.

Ese es uno de los principales líos para abordar con los recursos y decisiones necesarias el problemas de seguridad vial del país: la naturaleza dispersa y «cotidiana» de los choques, lesiones y muertes. Sus efectos, que no son ni subestimarles, ni pequeños, se normalizan con mucha facilidad. Por eso la insistencia de académicos, organizaciones y académicos que trabajen en la seguridad vial de llamar a los incidentes así, y no «accidentes», intentado resaltar que son prevenibles y bajarle un poco a la percepción de que son «cosas que pasan». En efecto, en tanto la gran mayoría de los incidentes viales ocurren por fallas humanas, por comportamientos, son absolutamente prevenibles y exigen la intervención activa y decidida del Estado.

De acuerdo a la Agencia Nacional de Seguridad Vial, en 2019 murieron 6.634 personas en incidentes viales en Colombia. Este año tiene cifras «atípicas», explicadas por el encierro y reducción de la actividad producto de la pandemia, por eso casi todas las municipalidades y el mismo gobierno nacional señalan reducciones en incidentes, en particular entre marzo y junio de 2020. Pero el año pasado en Medellín murieron 247 personas y 31.629 resultaron heridas, según el Observatorio de la Secretaría de Movilidad. Las características del fenómenos son también bien conocidas; sus protagonistas, bien entendidos. Por ejemplo, la relevancia de los motociclistas, jóvenes y hombres en todo esto. El 21% de los muertos y el 28% de los lesionados en la ciudad son hombre de entre 20 y 29 años que conducían una moto.

Los puntos de mayor riesgo también están muy bien definidos (al menos en las grandes ciudades), usando de nuevo el ejemplo de Medellín, hay muy buena información de que las glorietas son los puntos más álgidos en incidentes. Sabemos también que el exceso de velocidad, la falta de pericia y los problemas de «convivencia» en la vía (como el que ocasionó la muerte de José Duarte) son las principales causas.

Así pues, Colombia tiene una necesidad urgente de adelantar una agenda nacional de seguridad vial y cultura ciudadana para las vías. La mejor manera de honrar a las víctimas de estas fallas del Estado es intentar solventarlas esas fallas; comprometerse a reducir las muertes en las vías del país, echando mano de todo el conocimiento que tenemos. Hay mucho por hacer para mejorar la convivencia de los actores viales en las vías (en particular, para proteger a los más vulnerables). Por el lado de la pedagogía, siempre apreciaré mucho este ejercicio basado en la empatía, el programa de cultura ciudadana de Medellín «En los pedales del ciclista» o campañas de comunicación como «Estrellas negras» que conectaron la percepción de riesgo, la visibilización del fenómenos y el uso de referentes culturales colombianos.

Pero el primer paso (y es un paso fundamental) para que esto pueda ocurrir es que el tema no abandone de la manera cómo recurrentemente lo hace, la atención del público, los medios y los políticos. Las presiones cotidianas a los servidores y autoridades públicas que en cada municipio y departamento gestiona esto es clave (secretarios de movilidad o tránsito, directores de policía o entidades de tránsito): preguntarles qué están haciendo, qué pretenden hacer y cuáles son las metas en términos de reducción de incidentes, muertos y lesionados que se han trazado. La acción política de control también ayuda, en Medellín, el concejal Daniel Carvalho dirige una comisión accidental sobre seguridad vial que permite que periódicamente se haga seguimiento a la gestión de la administración pública.

Evitar las normalizaciones de las tragedias también es responsabilidad de quiénes estamos buscando el siguiente motivo de indignación, la próxima tendencia en redes. Al olvidar o distraernos les fallamos a las víctimas pasadas y futuras de este problema.

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