Por estos días de cierre de año muchas personas comparten en redes sus lecturas en este extraño y difícil 2020. La lista puede ser útil para encontrar referencias y dar ideas para las lecturas futuras, pero probablemente sea más interesante conocer las ideas detrás de esos libros. Es decir, las reflexiones y cuestionamientos surgidas de ellos. Aquí hay cinco de algunos de los libros que leí este año, con algunas referencias por si hay antojo para el 2021.
- Reconocer el silencioso y fundamental trabajo del inconsciente. En “¿Por qué hacemos lo que hacemos?” Del sicólogo John Bargh hay una explicación detallada de cómo nuestro sistema cognitivo trabaja con órdenes indirectas y nos ayuda en ocasiones a resolver problemitas sin que los abordemos de forma consciente. Los momentos “¡Eureka!” No son místicos o producto del azar, nuestro inconsciente ha estado trabajando para resolver esas cuestiones que nos quitan el sueño. En “Creativity” de John Clesse, un libro corto y genial de un miembro de Monty Python, se conecta esa aproximación a “dejar hacer” al inconsciente con la inspiración creativa. Una dicha.
- El miedo al día a día, el pavor a la vida tranquila. Leyendo algunos relatos de H.P Lovecraft, en particular “Las montañas de la locura” y los últimos libros de la novela gráfica “Swamp Thing” escritos por Alan Moore, es imposible no sorprenderse sobre la manera como los relatos de terror y aventura abordan la monotonía, como se obsesionan por encontrar algo extraordinario (en este caso terrorífico) en las esquinas cercanas, en las noticias presentes, detrás de las cortinas.
- La historia es presente. Hablar de Nerón, Calígula o el mismo Tiberio nos recuerda imágenes de excesos, despotismo y perversión. En “Dinastía”, Tom Holland revisa la historia de la primera familia de los emperadores romanos, intentando poner matices en donde muchos asumen certezas, sobre todo, respecto a lo “terrible” de los gobernantes “terribles” y de cómo nuestra imagen de ellos depende en gran medida de quienes contaron su historia y el odio que vertieron sobre su memoria. No que fueran santos, por supuesto… Y en “La república romana” y “El imperio romano” de Isaac Asimov y los “Comentarios a la guerra de las galias” de Cayo Julio César, hay mucho más contexto para entender algunas cosas sobre la naturaleza del poder y la historia, y el espejo de los acontecimientos.
- Colombia se debe una conversación amplia y juiciosa sobre sus emociones. En “El país de las emociones tristes” Mauricio García Villegas señala que los arreglos emocionales de nuestro país (nuestra cultura) premia la desconfianza, la venganza, el odio y otras emociones que han impedido que las buenas ideas que también existen, funcionen o se consoliden. Su argumento enlaza incluso con la herencia española, pero leyendo a María Elvira Samper en “1989” y a Enrique Santos en “El país que me tocó”, también a Gustavo Duncan en “Democracia Feroz”, se encuentra mucha más evidencia de la influencia que las emociones tristes han tenido sobre las tragedias nacionales como la guerra contra el narcotráfico, el conflicto armado o la corrupción política.
- La conexión entre vida cotidiana y cultura popular y conocimiento es la mejor manera de hacer divulgación científica. En “La ideológica de Star Wars” Fernando Ángel Moreno evalúa asuntos fundamentales como las justificaciones del autoritarismo, los problemas de la democracia moderna e incluso las búsquedas de filosofía de vida en la saga de populares películas. En “Pensar la crisis”, editado por Jorge Giraldo y Adolfo Eslava, varios autores intentan encontrarle sentido a la pandemia, usando marcos conceptuales complejos sobre situaciones casi siempre comunes. Los capítulos sobre asuntos cotidianos como el cuidado de los hijos o el teletrabajo, son los mejores.