
Muchas personas iniciamos los años con una lista de deseos, compromisos y metas para los meses siguientes. En esta planeación hay mucho de esperanza y optimismo; pensamos que lograremos muchas cosas y que resolveremos muchos problemas. En diciembre (o antes) sabremos los resultados, casi siempre, muy por debajo de lo deseado. Esto es normal, lo que queremos o asumimos como necesario suele estar lejos de nuestro control y el azar -la fuerza inconsciente de las circunstancias- no puede ser fácilmente predecible.
Nada de esto convierte en vacías o irrelevantes estas listas de cosas que queremos lograr o que ocurran. Todo lo contrario, la dificultad las hace más importantes. Pensando en cosas que me gustaría que pasaran este año y que son de interés público, sobre todo, tres asuntos me parecen fundamentales en 2021.
Nueva cotidianidad: Sí, es un lugar común e incluso, desde cierta perspectiva, una discusión mezquina. Pero ninguno de estos peros hace menos real su necesidad. La pandemia no ha terminado e incluso con el inicio del proceso de vacunación en varios países, las dificultades que enfrentamos en nuestras vidas se mantendrán más o menos parecidas por varios meses, en el más optimista de los escenarios, y años, en el más realista. Con cuidado y sabiduría, la vida debe continuar y esto supone encontrar respuestas a las preguntas grandes sobre cuidado de la vida, atención en salud y recuperación económica y a las pequeñas, sobre las adaptaciones y cambios que hemos hecho y debemos seguir haciendo en nuestras vidas diarias. Esta lista es grande, pero presenta prioridades, asuntos urgentes, como el inaplazable regreso de los estudiante a colegios, universidades y otros escenarios educativos, una necesidad inaplazable.
Recuperar un poco de libertad: No sin necesidad, el año pasado la humanidad “empeñó” buena parte de su libertad. Lo hicimos porque en ocasiones era nuestra única herramienta contra el virus, pero también hubo excesos e incluso cuando fue inevitable, la pérdida para todos fue enorme. La pandemia nos encerró y algunos gobiernos decretaron los encierros por gusto o ineptitud con mucha más recurrencia de lo deseado. Siguiendo el punto anterior, en tanto reorganizamos la nueva cotidianidad, una variable fundamental es la posibilidad de movernos y tomar decisiones con márgenes de maniobra mucho más amplios.
Reivindicar la moderación: El exceso es otra peste de nuestros tiempos. Exceso en la convicción sobre las ideas, en la forma de discutir y defenderlas, en la calificación de los otros como males, como enemigos, como contrarios irreconciliables. El incremento exponencial del uso y las interacciones de los medios sociales han alimentado este problema. Su naturaleza anónima, lejana, esporádica y el diseño que premia las peleas, las denuncias, los abusos a las personas incentivan comportamientos terribles, normalizan e incluso reconocen lo peor de estos mismos excesos. Una alternativa para esto, una posibilidad en la difícil situación de polarizaciones, violencia e intercambios virtuales, es la moderación. Esto es, la agenda por la cuál promovemos e insistimos en la importancia social y personal de dudar, matizar, controlar, conciliar y lograr moderar formas y fondo. Esta es una propuesta que señala la importancia del «punto medio» y la urgencia de que supere discusiones tontas sobre «tibiezas» y se reivindique como una manera sensata de aproximarse a asuntos públicos y particulares en estos tiempos de exceso.
Las esperanzas son optimistas y el optimismo es riesgo. Riesgo de que lo que esperamos no ocurra y sobre todo (y probablemente) que no ocurra como nos imaginamos que lo hará. Sin embargo, sin esperanzas no hay futuro. Sin futuro no hay nada.